Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

miércoles, 11 de noviembre de 2020

BUENAS NOCHES WISCONSIN

En el edificio ya tenemos de todo. Un taxista, el hijo de una peluquera, un cerdo, una presidenta muy mandona y, ahora, un leñador. Así es como Carmela llama a Eisi desde la fallida conexión la semana pasada con el programa Wisconsin Save Me, en la que doña Monsi no pudo valorar las elecciones de Estados Unidos por problemas con la traducción. Según Carmela, nadie mejor que Eisi para hacer leña del árbol caído. Y exactamente eso fue lo que hizo nuestro vecino. 



- Me enteré de que antes de despedir la conexión, Eisi habló con el productor del programa y se ofreció como reportero para contar los “chanchullos” del edificio a la audiencia de habla hispana de Wisconsin- dijo Carmela que acababa de agarrar por sorpresa dos pelusas en caída libre por las escaleras.
 
- ¿De qué chanchullos hablas?- preguntó María Victoria mientras le daba un par de billetes a un tipo que le había entregado un paquete.
 
- ¿Chanchullos?, dices mientras clavas en su pupila tu pupila marrón. ¿Y tú me lo preguntas? Chanchullo… eres tú- le respondió la Padilla saboreando una galleta Príncipe de Beckelar ¿O era de Bécquer?
  
Tras la revelación de Carmela, decidimos hacer un seguimiento intenso durante el fin de semana a los movimientos sospechosos de Eisi y llegamos a la conclusión de que lo que nos había contado era totalmente cierto. El nuevo reportero estrella del programa más amarillista de Wisconsin vivía en nuestro edificio. Lo corroboramos la misma noche del domingo cuando Eisi, vestido con una camisa de leñador a cuadros negros y rojos, hizo su primer directo desde el rellano del piso de doña Monsi. 
 
-¡Buenas noches Wisconsin!- gritó Eisi como si fuera a presentar los MTV latinos- Aquí, detrás de esta puerta que ven a mis espaldas vive la presidenta chanchullera. 
 
Úrsula y Brígida, las hermanísimas, no daban crédito a lo que estaban viendo y menos cuando Eisi anunció que estaba a punto de hablar con una persona que había sufrido en sus propias carnes el desprecio de la protagonista de la noche. El nuevo reportero internacional extendió el brazo y metió a María Victoria en el plano. Tapada con una mascarilla donde llevaba impresa la sonrisa de Kamala Harris, miró a cámara y guiñó un ojo.
 
- Buenas noches, María Victoria. Usted conoce bien a la presidenta de este edificio. Cuéntenos qué descubrió ayer.
 




Ella saludó como lo hizo Kamala el día en que los resultados dieron vencedor a Joe Biden.
 
- Puede llamarme Mary Victory- dijo la mujer que recibió un pisotón avisador de Eisi- Ah, sí... Verá, una fuente mía muy fiable me sopló que doña Monsi se reunió hace unos días con un brunch de abogados.
 
- ¿Brunch?

-  Ay, perdón, quería decir bufete.

- ¿Y eso?

- Bueno, vale ¿Es que nunca te has equivocado o qué? -preguntó molesta María Victoria- ¿Ahora me vas a decir que eres perfecto? ¿Eh? ¿Eh? ¡Vamos, hombre!

- Tranquila, tranquila. Me refería a lo de los abogados. Que para qué se reunió con ellos.

- Ah... sí... bueno pues para -mirando a cámara hizo una pausa y continuó- hacer un cambio en los estatutos de la comunidad y que su cargo como presidenta sea, como canta don Patricio, Pa’ toda la vida. 

En ese momento, Mary Victory se puso a bailar cogiendo a Eisi por la cintura.
 
El improvisado baile fue amenizado por un grito de sorpresa de los vecinos que seguíamos el directo en vivo desde el hueco de la escalera y que, por la intensidad, debió escucharse no solo en Wisconsin, sino en Nevada, Pensilvania y también en Canberra al norte de Australia.
 
- Impactante revelación la que hemos tenido en directo- dijo Eisi, acercándose cada vez más a la cámara y mostrando la cicatriz abullonada que le dejó impresa, pa' toda la vida, el Cortauñas, su compañero de celda en 2005.
 
A la Padilla, que días antes nos había confesado que aspiraba a la presidencia de la comunidad en las elecciones que tenemos en enero, le entró un hipo nivel máximo y se quejó por haberse tenido que enterar de las tretas de doña Monsi por la tele. 
 
- Esto es todo, mi gente- se despidió Eisi- No se pierdan lo que tengo preparado para la próxima semana cuando conoceremos al Señor Dobleuve, alguien que sabe muy bien de qué pie cojea la presidenta de este edifico. Y ya les anuncio que no es el derecho ni el izquierdo.
 
La conexión terminó con la repetición del Pa' toda la vida en versión disco.  

Nerviosa y atragantada por el hipo cada vez más asfixiante, la Padilla se acercó a Eisi, controlando los dos metros de distancia. 
 
- Tene-hip-mos que denunc-hip-arla cuanto antes- dijo por trozos.

- ¿A quién?- preguntó María Victoria que seguía con la sonrisa de Kamala puesta.

- ¡A la tramposa!- gritaron las hermanísimas. 

- Calma, señoras. No se me revolucionen- pidió Eisi mientras recogía la cámara y los focos.

- ¿Calma? ¡Hip!- preguntó la Padilla.

- ¡Hip, hip, hip! ¡Hurra!- gritó Yeison que en ese momento entraba de la calle. 

- Este niño no es más tonto porque no se entrena- lamentó Brígida a tiempo para escuchar la coletilla de María Victoria, que seguía al ritmo de don Patricio.

- ¡Hurra!
 
Casi sin aire, la Padilla dio los cinco pasos que la separaban de la puerta de doña Monsi y empezó a aporrearla. Eisi corrió hacia ella y le pidió que parara. 
 
- Déjala. La presidenta tiene que explicarnos sus chanchullos con los abogados- gritó Brígida.

- Por favor, señoras, cálmense- insistió Eisi- ¿No se habrán creído lo que hemos contado?

- Que ha sido un montaje, bobitas- se río Mary Victory Harris.
 
A la Padilla se le quitó el hipo de golpe.
 
- ¿Cómo dices?- preguntó.

- Nos inventamos lo de los abogados- confesó Eisi.

- ¡Le han mentido a los americanos!- exclamó Brígida persignándose hasta cinco veces.

- Es la única forma que tenemos para lograr audiencia.

- Menuda panda de delincuentes. ¡Tengo la tensión a 20!- se quejó la Padilla con la vena del cuello igual de gruesa que la cicatriz de Eisi.
 
En mitad del revuelo, la puerta de doña Monsi se abrió y surgió la figura diminuta de la presidenta. 
 
- Tú- señaló a Eisi- prepara la cámara y los focos. Me acaban de llamar del programa ese de Wisconsin. Por suerte tienen una edición española y quieren que les cuente mi experiencia como presidenta y mi relación con un tal Dobleuve. Supongo que se referirán a Wenceslao, uno de los abogados del bufete que he contratado para unos cambios que quiero hacer. 
 
Aquellas palabras cayeron como el tronco de un árbol sobre Eisi al que la cara se le quedó como su camisa: a cuadros. A su lado, Kamala seguía con la eterna sonrisa. 

miércoles, 4 de noviembre de 2020

NOCHE ELECTORAL

Que Carmela descubriera el dispositivo que preparaba doña Monsi de cara a las elecciones de Estados Unidos no fue fruto del trabajo, ni del esfuerzo. Ni siquiera, de la casualidad. Fue fruto de su obsesión por pegar la oreja a la puerta de la presidenta cada vez que pasa con la fregona por el rellano de su piso. Lo primero que hizo al escuchar aquella revelación fue contárselo a María Victoria para asegurarse de que la noticia llegaría a todos los vecinos. En 16 minutos y cuatro segundos, el edificio entero ya conocía los planes de doña Monsi para la noche del primer martes después del primer lunes de noviembre. 



 - ¿Un set de televisión?- preguntó Brígida cuando su hermana le contó que la presidenta iba a instalar uno en la azotea- ¿Y para qué?
 
- Dice que una televisión local de Wisconsin va a conectar con ella esta noche para que valore los primeros resultados de las elecciones.
 
- ¿Y ella qué sabe de eso? 
 
- Al parecer, tiene una prima segunda allí que está casada con el hermano de la primera esposa después de la primera novia de un tipo que se presenta a senador por ese estado- explicó Carmela tocándose consecutivamente los dedos de una mano con el índice de la otra al relatar la historia. 
 
Supimos que el chisme de Carmela no era fake news cuando vimos a Yeison, que todavía anda medio torcido tras la contractura, metiendo dos focos en el ascensor y dándole 20 dólares a Eisi para que los llevara a la azotea. 
 
- ¿Piensas que soy tonto? 
 
Yeison le rogó que no se preocupara, que ya lo arreglaría con la presidenta para que el pago fuera en euros pero que, por favor, le hiciera el traslado del material porque, antes de la medianoche, doña Monsi tenía prevista la primera conexión en directo con el programa líder de audiencia Wisconsin Save Me
 
- ¿Necesita público?- preguntó María Victoria que no veía el momento para estrenar su nueva mascarilla a juego con los leggins de piel de leopardo del Amazonas. 
 
- Sí, pero solo tres personas- gritó por el hueco de la escalera desde su rellano doña Monsi. 
 
El disgusto que se llevó María Victoria cuando se enteró de que ella no estaría entre las elegidas fue tal que le pidió a Yeison que fuera a comprarle dos botes de helado de chocolate pero él le dijo que estaba a tope con la preparación y que no podía perder ni un segundo, así que la mujer sacó el caldero de las papas con carne y se lo comió a cucharadas escuchando el eterno I will always love you.
 
 
A cinco minutos para la doce de la noche, las seis de la tarde en Wisconsin, Yeison no daba abasto con el montaje del dispositivo para la conexión en directo. 
 
- A ver, diga algo para probar el micrófono- le pidió a doña Monsi.

- Como esto no funcione vas a saber lo que es una contractura pero de verdad- dijo la presidenta y él dio por válido el sonido. 
 
Muy a su pesar, Yeison tuvo que subcontratar a Eisi de estraperlo para que le echara una mano con el directo. Le pidió que se encargara del público y de las banderitas. Al final los elegidos fueron Bernardo, su esposa Xiu Mei y Brígida. Un par de pisos más abajo, María Victoria seguía llorando a moco tendido y había tenido que descongelar unos tollos en salsa para poder superar el disgusto que le estaba llevando a consumir la comida que había preparado para toda la semana. 
 
A las doce en punto, la sintonía de Wisconsin Save Me invadió toda la azotea. La conexión era inminente y Eisi dio la orden al público para que agitara las banderitas.
 
- ¿Pero qué banderas son esas?- rumió doña Monsi y Yeison, al otro lado del pinganillo, le contestó que eran las que había conseguido Xiu Mei en la tienda de su padre. 

- Ay mi madre, como esto lo vea el Trump, se arma la de dios- comentó Úrsula desde una esquina de la azotea viendo cómo un público entregado agitaba seis banderitas rojas con estrellas amarillas como si la vida les fuera en ello.
 


Antes de que la cosa no tuviera solución, Yeison pinchó la cámara que enfocaba a una descompuesta doña Monsi. 
 
- Tres, dos, uno. ¡Dentro!- gritó Yeison.

- Good evening, Tenerife- dijo el presentador John George, un tipo bajito, con gafas y con una corbata de color melocotón en almíbar.
 
Doña Monsi saludó con la mano y dejó salir una leve sonrisa.
 
- Miss Monsi, how are you doing tonight?
 
Mientras hacía esfuerzos por mantener la sonrisa, la presidenta miró a Yeison y, entre dientes, le dijo que no entendía nada, que le fuera traduciendo.
 
- Le está preguntando cómo está.

- Ah, muy bien. Gracias. Aquí pendiente de las elecciones tan maravillosas que hacen ustedes en ese país, que es tan grande y donde vive mi prima María Luisa que se casó con Paul, no el Newman que ya quisiera ella sino con un profesor de matemáticas al que conoció en un viaje que hizo a Wisconsin hace más años que Matusalén que ya una no sabe ni que edad tiene.
 
Yeison tragó saliva y le susurró a doña Monsi que él era incapaz de traducir todo eso. 
 
Viendo que la cosa se ponía tensa, Eisi le echó un capote a su vecino. Pinchó la cámara del público y les dio la orden de que agitaran de nuevo las banderas. Xiu Mei se emocionó tanto que incluso se levantó para aplaudir y su imagen ocupó toda la pantalla. 

Desde Wisconsin Save Me, el presentador George John con cara de pocos amigos hizo un gesto para que cortaran la conexión. La imagen se fue a negro. 
 
El silencio que siguió solo duró medio segundo, el que necesitó doña Monsi para coger aire y empezar a gritar desaforada. 
 
- ¡Hemos hecho el ridículo por tu culpa! ¿Tanto que hablas inglés y no eres capaz de traducir una simple frase? ¡Incompetente!
 
La presidenta se arrancó el micrófono de la solapa y se marchó escaleras abajo como alma que lleva el diablo. 
 
El teléfono de Xiu Mei empezó a pitar. No paraban de entrarle mensajes de unos primos lejanos que vivían al sur de Wisconsin y que la habían visto por la tele minutos antes. Sin duda, para ella la noche electoral se había convertido en la más feliz desde hacía mucho tiempo.
 
- Vamos, cariño que es tarde- le insistió su marido Bernardo mientras su mujer no paraba de teclear letras en chino. 
 
Ya de madrugada y después de pasar por el 24 horas de la esquina, Y
eison tocó en la puerta de María Victoria.  
 
- Aquí tienes.
 
Ella le invitó a pasar y, entre lágrimas, comieron helado con lentejas compuestas mientras en el viejo tocadisco sonaba My heart will go on. 


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

miércoles, 28 de octubre de 2020

HECHO A MANO

Se veía venir. La sobrecarga a la que la presidenta ha sometido a Yeison desde el desconfinamiento terminó causándole un latigazo cervical de tal calibre al pobre chico que se pasó más de seis días sin poder moverse de la postura en la que se quedó atascado. Los intentos para devolverle a su estado bípedo habitual no sirvieron de nada y menos las súplicas de todos los vecinos para que lo viera un médico. Doña Monsi no quiere que nadie ajeno al edificio se acerque a menos de tres metros y medio. 
 
-Pues acabo de pedir una bombona de butano. Me dirá usted entonces qué hago con ella- le gritó la Padilla por el hueco de la escalera a la presidenta.
 
Las palabras de la pregunta formulada por la Padilla bajaron una detrás de otra por las escaleras, bien pegaditas a la pared como si no quisieran pisar lo mojado, llegaron al portal, entraron por la oreja derecha de doña Monsi, cruzaron a la de la izquierda sin tropezar con nada, salieron y se estrellaron contra la pared de los buzones donde se mezclaron unas con otra y cayeron al suelo justo detrás de la presidenta que, al darse la vuelta, las pisó y se las llevó arrastrándolas escaleras arriba. 



 
La postura de Yeison fue emperorando con los días y para hablar con él teníamos que agacharnos. Eso, en un edificio donde la media de edad ronda los 60, es un auténtico peligro. El pobre chico para todo estaba tan encorvado que a Carmela no se le ocurrió otra cosa que pedirle el favor de que le avisara cada vez que viera alguna pelusa.  
 
- Yo no me lo tomaría a broma. Creo que deberíamos llamar a un médico- insistió Brígida pasándole la mano por la curvatura dorsal como si fuera un caballo.
 
El sonido que emitió Yeison me pareció un relinche pero creo que se debió más a una asociación de imágenes. En realidad, soltó una mezcla de consonantes impronunciables que, según él, al vomitarlas de golpe le aliviaban el intenso dolor. 
 
- Deberías acostarte y descansar- le recomendó María Victoria haciendo contorsionismo dentro de sus leggins estilo Halloween para poder verle la cara.
 
- ¿Acostarse? ¿Pero tú has visto cómo está el pobre hombre? Si lo hace va a parecer un grillo patas arriba- apuntó Eisi sin levantar la vista mientras recontaba la recaudación del día de los viajes en ascensor. 
 
¡Se acabó!- interrumpió la Padilla- Ahora mismo llamo a mi primo para que le eche un vistazo.
 
- ¿Es médico?- preguntó Carmela.
 
- No. Es escultor. Tiene unas manos increíbles.
 
Nadie se atrevió a llevarle la contraria. Los quejidos en código morse que emitía un Yeison cuya cara se acercaba peligrosamente cada vez más a sus pies nos impulsó a tomar una decisión, aunque fuera equivocada, impruedente e incluso mortífera.
 
En apenas media hora, el primo de la Padilla estaba ya en la puerta del edificio. 



Antes de dejarle entrar, Carmela sometió al tipo a una desinfección extrema en la que el edificio perdió tres botes de gel hidroalcohólico en menos de diez segundos. 
 
- Ahí está- señaló María Victoria a Yeison que empezaba a parecerse a un croissant con el repliegue de las manos hacia arriba después de tocar fondo.
 
- Necesito una forja- dijo el escultor.
 
- No-no-no  No-no-no  No-no- gritó en un morse flojito Yeison temiendo que fuera a fundirlo.
 
- Tranquilo es solo para ponerme en ambiente. El calor del fuego me inspira en cada una de mis obras.
 
- Ay, mi madre- susurró temblorosa Carmela.
 
- Oiga ¿Ya que va a recomponer al niñato ese podría darle un toque más agraciado?- preguntó Eisi desde el sillón de su ascensor.
 
- Puestos a pedir ¿Podría ponerle más pectorales?- apuntó María Victoria estirando la licra de los leggins que se había atascado en uno de los pliegues del muslo.
 
- Por favor, un poco de respeto que estamos en una operación de vida o muerte- pidió la Padilla mientras creaba el ambiente que había solicitado su primo haciendo una pequeña hoguera con los cartelitos donde la presidenta había escrito las normas de la comunidad. 
 
El artista pidió que le acercáramos a Yeison. Lo hicimos como pudimos. Cerró los ojos, inspiró aire, acercó las manos al fuego, las movió como Rosalía en Malamente y exhaló. A pesar de que llevaba la mascarilla puesta las mujeres se apartaron unos pasos y Carmela echó un poco de gel disimuladamente. 
 
- ¿Dijiste que era escultor o médium?- preguntó Brígida asustada. 
 
Sin pensárselo dos veces, el hombre agarró el cuerpo deformado y empezó a manosearlo -en el buen sentido- durante varios minutos hasta que Yeison fue recobrando su altura habitual.
 
- Ya está- dijo abriendo los ojos y extendiendo los brazos como si hubiera creado su mejor obra.
 
La fuerza del aplauso unánime avivó el fuego y su eco retumbó en todo el edificio, lo que alertó a doña Monsi que se asomó por el hueco de la escalera.
 
- ¿Qué está pasando ahí abajo?- preguntó.
 
- Nada, presidenta. Estamos dándole ánimos a la Padilla que está subiendo la bombona a su piso- contestó Carmela salvando la situación- ¡Venga, Padi, tú puedes!
 
A dos metros de distancia, la propia Padilla, María Victoria y Brígida observaban al nuevo Yeison que parecía emitir una tímida sonrisa. 
 
-Uf, qué vértigo verlo ahora todo desde tan alto- dijo el recuperado.
 
- ¿Puedes ver las pelusas desde ahí?- le preguntó Carmela que se llevó una mirada de reprobación del resto de vecinos.
 
- No se hable más. Ha quedado perfecto- dijo la prima del artista mientras acompañaba al escultor a la puerta. 
 
- Oye ¿Tú no notas que ha quedado un poco torcido hacia la derecha o son cosas mías?- preguntó en voz baja Brígida a Carmela.
 
- Hombre, recto, recto no ha quedado pero tú no digas nada que esta nos trae a un primo arquitecto y entonces a mi me echan porque ya he agotado la reserva de gel de este mes.
 
Brígida hizo un gesto cómplice llevándose el dedo índice a los labios que escondía bajo la mascarilla.  
 
 
 
 

jueves, 22 de octubre de 2020

CAUTELA 

La llamada telefónica a medianoche de la hermana de María Victoria que vive cinco calles más abajo para contarle que había dado positivo en covid le ha dado la vuelta a la tortilla de la queja en el edificio por las normas estrictas que ha puesto doña Monsi para evitar los contagios. Desde que saltó la noticia, a la mayoría de vecinos, ya ni siquiera el posible toque de queda les parece tan exagerado. Al contrario, ahora exigen que la presidenta sea incluso más contundente. 

Como era de esperar, el único que no está de acuerdo es Eisi que sigue haciendo lo que le da la gana, algo que ya ha generado el primer enfado de Úrsula y Brígida que, por primera vez y para sorpresa de todos, han confesado voluntariamente su verdadera edad y lo han hecho para recordar que ambas son de riesgo.
 
- Pues claro que son de riesgo extremo, señoras, y no solo por la edad sino por su lengua viperina. Ustedes ni con mascarilla se callan- dijo Eisi con la suya por debajo de la nariz.
 
- Súbetela- le espetó Yeison rociándolo de gel de arriba abajo.  
 
- ¿El qué? 
 
- ¡La mascarilla!- gritamos todos al unísono. 
 
- Es lo único que ya puedes subir- musitó Brígida y su hermana Úrsula, a su lado, le dio un codazo en todo el costado izquierdo.
 
Carmela, que ha decidido dejarse el suéter de Epi como uniforme de limpieza, levantó la fregona cual heroína de Marvel y empurró a Eisi contra la pared. 
 
- No te hagas el listillo. Aquí se respetan las normas- le amenazó- Tengo dos hijas a las que alimentar, una suegra que me hace la vida imposible, se me acaba de estropear la nevera, la lavadora solo centrifuga si le doy ánimos y, a todas estas, me ha salido un flemón y tengo más canas que el puma…
 
- Tranquila, Carmela que te estás viniendo arriba- intentó calmarla la Padilla.
 
Eisi se zafó como pudo y corrió hacia el ascensor.
 
- Stop!- gritó Yeison interponiéndose entre él y la puerta al tiempo que hacía un gesto para que extendiera las manos. Acto seguido, le echó una dosis extrema de hidrogel.
 
Eisi se frotó las manos con rabia y entró en el ascensor refunfuñando. 



Esa misma tarde, doña Monsi anotó una norma más en el papelito de las 34 que, por ahora, están colgadas en la pared de los buzones.
 
-Niño, dime qué pone ahí- le dijo en tono despectivo María Victoria a Yeison que hacía guardia.
 
- Pone que, desde este mismo instante, in dis veri moument, Eisi no podrá usar las escaleras sino el ascensor. Es el único que incumple las medidas de seguridad y doña Monsi, Misis presiden, no va a permitir que este tipo ponga en riesgo nuestra salud. 
 
- ¿Eso quiere decir que el resto no podremos usar el ascensor?- preguntó Bernardo. 
 
- Esto es como todo en la vida. Los que cumplimos nos llevamos la peor parte- se quejó la Padilla que entraba con la compra del supermercado.
 
- Por un módico precio se la subo- dijo Eisi que salía del ascensor.
 
- ¿El qué?
 
- La compra, señora. Después soy yo el mal pensado. Si es que están ustedes todas en una edad que guárdame un cachorro.
 
- ¡Qué imbecilidad de hombre!- lamentó la Padilla echándose las dos bolsas a la espalda y expirando un "ay" al subir cada escalón.
 
Mientras tanto, descubrimos a María Victoria en un amago de ir a ver a su hermana, por lo que doña Monsi y el resto de vecinos le recordamos que no podía porque está en cuarentena. 
 
- Es que mi cuñado no sabe cocinar y quería llevarle este compuestito de potas que acabo de hacer- se excusó ella.
 
Por si las moscas, la presidenta ordenó a Yeison que la vigilara de cerca y que si veía que salía con un caldero calle abajo la detuviera.
 
- Señora, no es por llevarle la contraria pero aparte de que estoy exastueishon total con tanto encargo que me ha hecho usted últimamente, yo no tengo autoridad ni potestad para detener a nadie y menos en la calle- le aclaró Yeison.
 
- ¿Te recuerdo lo que te pago?- le espetó doña Monsi mientras llegaba al segundo 29 del lavado de manos antes de sentarse a comer.
 
-
Sí porque hace tanto que no me paga que ya ni me acuerdo- dijo tímidamente Yeison pero al ver la mirada terrible de la presidenta regresó a su puesto de guardia.
 



Con la nueva norma, el tráfico en las escaleras se ha intensificado de tal manera, que Gallardo ha tenido que venir dos veces al día a organizar cómo podemos movernos para evitar aglomeraciones.
 
- Como te hagan el mismo caso que con lo de las consonantes… -se cachondeó Eisi sentado en su viejo sillón verde que ha metido en el ascensor para hacer los trayectos más cómodos.
 
- A ver- dijo Gallardo haciendo caso omiso a las palabras de Eisi y dando sus dos palmaditas habituales para reclamar nuestra atención. Carmela permanecía en pie a su lado apoyada en la fregona como una escudera.
 
Cada uno de nosotros se colocó en su escalón establecido y separados a dos metros unos de otros.
 
- Para facilitar el tránsito por las escaleras he diseñado un dispositivo de aviso inmediato que nos permitirá saber cómo está el tráfico en ese momento. 
 
- Ay, qué prodigio de cabeza tiene este hombre. Seguro que ha trabajado con la DGT- le dijo María Victoria a la Padilla colocada en el escalón por debajo de ella. 
 
- ¡Bah! Nada complicado. Seguro que es una aplicación móvil o algo así. Enfocas el teléfono a las escaleras y se pone en verde o en rojo- comentó Bernardo con algo de chulería. 
 
Gallardo volvió a dar dos palmas.
 
- No se me distraigan. Aquí -dijo extendiendo los brazos a un lateral- tienen el nuevo dispositivo anti congestión.
 
El grito para dentro que el propio Gallardo nos ha enseñado a hacer no se escuchó pero María Victoria que no lo ha practicado lo suficiente se ahogó y empezó a toser para afuera, así que todos retrocedimos un escalón. 
 
Los brazos de Gallardo apuntaban a Yeison.
 
- Él les avisará cuándo pueden pasar o no.
 
No puedo confirmar qué cara puso el pobre Yeison porque obviamente llevaba mascarilla pero estoy segura de que no era de alegría. A Carmela tampoco le hizo mucha gracia la solución pero al menos aquello reduciría el tráfico, y le aliviaría la tensión del lío de la lavadora, la suegra, el flemón… 
 
Apoltronado en su sillón verde y con la puerta del ascensor entornada para ventilar, Eisi sonreía debajo de su mascarilla. Lo puedo asegurar en un 99 por ciento. Pobrecillo.  
 
 
  

miércoles, 21 de octubre de 2020

MEJOR NO HABLAR

Apenas siete días después del desconfinamiento total del edificio, doña Monsi dejó caer que, "más pronto que tarde", decretará el toque de queda porque escuchó en la tele que algo se estaba cocinando al respecto y quiere ser la primera en ponerlo en práctica para que Antena 3 le haga un reportaje al que ella misma ya le ha puesto título: “La presidenta valiente”. 

La noticia del posible nuevo encierro cayó como un jarro de agua fría entre los vecinos que, después de haber pasado siete meses confinados, pusieron el grito en el cielo. Bueno, en el cielo, en el suelo, en las paredes y por todas las escaleras porque, en este edificio, las cosas se resuelven siempre gritando. Eso sí, de forma democrática: Todos.  
 
- ¿Encerrados otra vez?- se quejó María Victoria que ha aprovechado estos días para renovar sus leggins de estilo animal print y aprovisionarse de mascarillas de todos los colores existentes e inexistentes. 
 
- ¿A las ocho en casa?- remedó Úrsula a lo que intentaba que fuera una adolescente pero le salió la voz de Pocoyó el día que perdió su pelotita azul. 
 
- Pues va a ser que no. Yo me he apuntado en clase de zumba a las ocho y media los martes y jueves y no pienso faltar- dijo la Padilla y todos la miramos tratando de imaginarnos a aquella mujer moviendo algo de su cuerpo que no fueran las rodillas para sentarse a ver La isla de las tentaciones. 
 
Antes de que se le escapara de las manos y pudiera perder la oportunidad de salir también en el informativo de Piqueras, doña Monsi ordenó a Yeison, al que tiene acogido en su piso desde que se marchó la peluquera (su madre), que disolviera de forma inminente al grupo reunido en el portal.
 


- Go home!- gritó el joven pulverizando gel hidroalcohólico al grupillo, desde algo más de dos metros de distancia. 

¿Pero tú estás tonto, niño, o qué?- vociferó María Victoria tocándose el pelo donde habían aterrizado dos gotas.

No puede haber más de tres personas juntas en este portal- recordó él.

- ¿De dónde te has sacado esa norma?- preguntó Brígida. 
 
Son órdenes de Misis president.

Lo que nos faltaba- lamentó Bernardo que, después de un día intenso en el taxi, entraba de la calle haciendo ademán de quitarse la mascarilla hasta que recibió una mirada recriminatoria unánime. 
 
Yeison siguió pulverizando gel como si no hubiera un mañana, ni un pasado mañana y, entonces, el grupo empezó a desperdigarse hacia las escaleras. 
 
-¡Alto ahí!- chilló Carmela- Este es mi territorio y aquí mando yo. 
 
Todos se pararon en seco y la Padilla empezó a reírse.

 
- Pues con esas pintas poco impones, chica.
 
¿Cuándo empieza Barrio Sésamo?- se cachondeó Úrsula al ver a Carmela con un suéter idéntico al que llevaba Epi, el de Blas en el mítico programa infantil.

-
 En vez de burlarse de cómo voy vestida, deberían darme las gracias por tomar tantas medidas cuando vengo a limpiar las escaleras- dijo Carmela enfadada detrás de la mascarilla, una pantalla y un suéter a rayas azules, rojas y amarillas.
 
- Ah, ya entiendo. Se ha vestido de Epi para enseñarnos lo que es lejos y cerca- apuntó María Victoria en tono sarcástico y todos empezaron a reírse a carcajadas.
 
¡Basta ya, imbéciles!- gritó doña Monsi desde lo alto de la escalera- Le he dicho a Carmela que trajera un Equipo de Protección Individual para que no se contagie. No podemos permitirnos que se coja una baja ahora y estar otros siete meses sin nadie que limpie la escalera. 
 
Pues ese suéter a rayas no creo que la proteja mucho- aclaró la Padilla.

 



- Carmela ¿Dónde está tu EPI?- le gritó la presidenta.
 
Este es el único que encontré en la tienda de al lado de casa. Les pedí un Epi y esto fue lo que me dieron. Yo no tengo la culpa si no está homologado- lloriqueó.
 
-¡Dios mío, dame paciencia!- suspiró doña Monsi mirando al techo y el grupo, diseminado por las escaleras, dio un paso atrás. 
 
-Tranquila. Los suspiros son pa' dentro y eso no contagia le dijo Úrsula a su hermana.  
 
La presidenta carraspeó -también hacia adentro- y ordenó a Yeison que se agenciara “como fuera” y "lo antes posible" un equipo de protección para Carmela. 
 
En ese momento, entró en el edificio Gallardo, el experto que doña Monsi ha contratado para que nos vayamos adaptando a la nueva normalidad. Al ver la situación de barullo, dio dos palmadas y gritó.
 
¡Atención! Mascarillas bien colocadas y dos metros de separación entre cada uno. ¡Ya!

-
 Pues entonces me voy a la azotea porque el edificio da para lo que da- le reprochó la Padilla.

-
 Calma. Colóquense con tres escalones de distancia entre cada uno y escuchen atentamente porque hoy les voy a explicar la norma número dos. 
 
El grupo hizo lo que indicó Gallardo y María Victoria gritó desde su escalón en el quinto piso donde le había tocado situarse.
 
- ¡Gallardo, hable alto que de aquí no le oigo!
 
- Evribodis redi?- preguntó Yeison y tradujo al mismo tiempo antes de que Úrsula se lo echara en cara – ¿Todos preparados?
 
Gallardo se ajustó la mascarilla que se le había resbalado por la nariz y empezó a explicar la nueva norma.
 
- Presten atención a lo que voy a decirles porque es importante. A partir de hoy, vamos a desterrar de nuestro vocabulario dos consonantes que nos van a ayudar a evitar la expulsión de saliva. La P y la T.

-
 ¿Y entonces? Erdón ¿ Y en-onces?- preguntó Úrsula. 

-
 Ues exác-amen-e lo que usted ha hecho erfec-amen-e.

-
 ¿Está bromeando, no?- gritó María Victoria.
 
Al escucharla, Gallardo no lo dudó y le hizo un gesto a Yeison que corrió desbocado escaleras arriba con la hucha para que la mujer depositara su euro por haber cometido el error al pronunciar la t de "está". 
 
En ese mismo instante, se hizo el silencio más absoluto. Y, de momento, nadie ha vuelto a abrir la boca. 
Por si acaso.