Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

domingo, 27 de abril de 2014

¿QUIÉN DIJO QUE MADRE NO HAY MÁS QUE UNA?

La inminente boda de Carmela se ha convertido en el tema de conversación esta semana. Brígida se ha ofrecido a coserle el traje, a pesar de que lleva más de 25 años sin coger una aguja. Según me enteré, las hermanísimas tuvieron un taller de costura que les dejó en herencia su abuela y, durante varias décadas, vistieron a la gente bien de la Isla y de parte de la Península. Bernardo, que se entera de todo en el taxi, me contó que tuvieron que cerrarlo por problemas con Hacienda. Al parecer, Úrsula no terminó a tiempo el chaqué de boda del sobrino del cuñado del presidente de la Agencia Tributaria. Temo que, después de tanto tiempo en el dique seco, las manos de Brígida hayan perdido la destreza y de sus puntadas salga de todo menos un traje de novia pero... eso es problema de Carmela.

Mientras el presunto traje está en macha, Carmela ha empezado lo que se suponía era una dieta china. Desde la pasada semana vive en casa de Chen Yu, donde, además de comer sano y bajo en calorías, cuida de su madre (la del chino). Lili Wei, que así se llama la señora centenaria que ha venido a vivir con él, solo tiene un problema y es que es sorda, así que -por mucho que su hijo se lo ha intentado explicar- la pobre no entiende por qué hay una occidental en su casa. Como además solo habla en un dialecto propio de su región, de nada le sirve a Carmela enseñarle el papelito donde escribió 打開你的嘴  (que quiere decir: abra la boca) porque a la pobre señora le suena a chino, bueno... a otro chino que no es el suyo. Yo me entiendo.

Lo cierto es que Chen Yu está un poco preocupado porque su madre está confusa y se niega a comer. Él no puede dejar la tienda porque es de lo que vive y porque en el barrio se ha convertido en un referente en productos de todo a un euro. 

- Yo no puede cerál tienda- le dijo a Carmela, como si el problema fuera de ella. 

Lo solución pasa por esperar que su madre abra por fin la boca y empiece a comer. Y, si esto fuera poco, a Carmela le ha entrado un ataque de estrés por la situación y los nervios le han dado por comer, incluso más. 

- La dieta china no te sirve de nada si te comes tres raciones dobles de cada cosa- le echó en cara Brígida que no sabe si dejarle veinte centímetros de más al corpiño para evitarse disgustos de última hora.

La ansiedad de Carmela es entendible porque todo se le ha juntado. A los problemas de peso, ahora se le unen los laborales y es que la tristeza por la pérdida del duque de Abona ha endurecido aun más el carácter de Dolors que ha amenazado con echarla si no vuelve a su horario de nueve horas de limpieza en la escalera. 

A todas estas, a Pepe, el policía y novio de Carmela, que no se entera de nada, no se le ha ocurrido otra cosa que decirle a su madre, que vive en Villagarcía de Arousa, que venga ya a la Isla para que se vaya aclimatando para la boda. 

- ¿Te puedes hacer cargo de ella?- le preguntó el otro día a Carmela que, como está enamoradísima de Pepe, ni se le ocurrió decirle que no y, mucho menos, contarle su complicada situación.

El viernes, a las nueve en punto de la noche, al abrir la puerta del portal me encontré a Terencio el hermano de Úrsula y Brígida que esperaba el ascensor. Llegaba directamente de Venezuela, por lo que pude comprobar al ver la tarjetita de Iberia que colgaba de su maleta. El hombre había regresado de urgencia, tras la llamada que Úrsula le había hecho para contarle que la vida en el edificio era insostenible después de la llegada de los catalanes, actuales propietarios. 

Cuando el asensor llegó, me despedí de él que parecía preocupado y, en ese mismo instante, alguien tocó la puerta del portal. Al abrir, una señora se identificó como la madre de Pepe y me soltó su maleta. 


- Tú debes ser Carmela-Estoy encantada de conocerte-Pepe me dijo que preguntara por ti-Me quedaré en tu casa hasta la boda-Como no sé cómo es la gente aquí en la Isla he traído varios estilos de traje-He metido incluso un bañador por si acaso aquí sea costumbre celebrarlo en la playa-Yo me adapto a todo-¿Subimos a tu casa?-Pepe me dijo que tendrías una habitación para mi-Él estará fuera hasta el lunes porque se ha ido con el comisario a un congreso de seguridad en Gomera- dijo la señora sin dejar de respirar y sin darme la oportunidad de explicarle que yo no era Carmela. 

Desde el viernes no ha dejado de hablar y no he podido aclararle el error, así que aquí está, en mi casa, en mi sofá, en mi cocina, en mi baño. Aguantaré hasta mañana que es cuando Pepe regresa del maldito congreso y que Carmela -supongo- vendrá a limpiar. ¡Qué necesidad!

sábado, 19 de abril de 2014

DESOLACIÓN

La desaparición de Chicho o del duque de Abona, dependiendo de quién hable de él, ha causado consternación y desolación en el edificio. La Padilla lleva toda la semana asustada. Sigue creyendo que es un fantasma y teme que se le aparezca en cualquier momento. Por si acaso, ha puesto a su hijo a vigilar la puerta de entrada a su piso, después de haber sellado todas las ventanas y rejillas interiores, incluida la de la salida del gas. 

- Pero mamá, los espíritus se aparecen, no entran por las puertas- trató de tranquilizarla Tito, que había pensado irse al Médano por Semana Santa con Alexis y Ramón, dos amigos de la placita. Pero, a la vista de los hechos, tuvo que cambiar los planes.  

- ¡Me da igual! Si se aparecen, entran o tocan el timbre. Yo no me quedo aquí sola- le gritó, envuelta en la bata de algodón color mostaza que yo creo que bastaría para espantar al espíritu más atrevido.

Mientras tanto, Dolors está desquiciada de los nervios porque Chicho no ha vuelto y ella confiaba -tal y como le dijo el día que salió tan campante por la puerta- en que solo iba a las procesiones de principio de semana. Pero ya estamos a domingo y ni rastro del duque. Bartomeu, que adora a su mujer, está preocupado porque, si el duque no regresa, Dolors caerá enferma. “Le ha cogido mucho cariño al fantasma”, le confesó el hombre a Carmela, la otra noche cuando revisaba los contadores de la luz. De hecho, el Jueves Santo, la Primera Dama colgó una circular en el ascensor que dice: “De 6,00 a 22,00 horas todos los vecinos de este edificio tienen la obligación de realizar la búsqueda del duque de Abona. Se recompensará a quien lo encuentre y se multará a quien no colabore”. 

Las primeras en poner el grito en el cielo y el más allá han sido las hermanísimas.

- Yo lo único que puedo hacer y haré- dijo Úrsula- es llamar a ese estúpido al móvil a ver si responde. Maldito traidor.

De resto, los que sabemos que Chicho no es un fantasma (al menos hasta el día en que entró en casa de los propietarios) no tenemos muy claro qué hacer, ni qué pensar. El hombre se ha esfumado sin dejar rastro. Según Bernardo debió marcharse tranquilamente por la puerta del edificio pero eso es imposible porque Dolors ha instalado un sistema de “seguridad” y no podemos salir sin tocar un timbre que su hija Neus controla desde la cocina.

Brígida que es la más religiosa dice que no hay que preocuparse, que seguro que Chicho aparece hoy que es domingo de resurrección. No nos queda otra que esperar, creer y tener fe.  A mi me da igual si es un fantasma de verdad, si no vuelve o si se aparece. Lo que realmente quiero es que esto vuelva a la normalidad. Al menos, a la de antes, que era algo más normal. Yo me entiendo. 

Y como la vida sigue al margen de las desapariciones fantasmales, Carmela y Pepe están organizando su boda. Si no ocurre nada -aquí todo es posible- se darán el “sí quiero” el 30 de mayo, día de Canarias, que es fiesta y cae en viernes. Pepe ya ha hablado con el comisario jefe que le dará unos días libres, aunque le ha advertido que si la cosa se pone cruda tendrá que llamarlo porque, con los recortes, se han quedado bajo mínimos. Él ya está ideando una baja por estrés traumático tras la boda. 

Carmela está nerviosa y le ha dado por comer. Úrsula le advirtió de que como siguiera así no iba a entrar en el traje de novia y, entonces, ha decidido hacer dieta china porque asegura que todos los chinos son flacos, menos los que hacen sumo. Bernardo le aclaró que esos son japoneses, pero a ella le da igual y, sin pensárselo dos veces, le pidió a Chen-Yu -el dueño de la tienda china- que le deje vivir una temporadita en su casa. Él está encantado porque, además de conocer a Carmela de las dos semanas que trabajó en su tienda, le ha pedido que, a cambio, cuide de su madre que acaba de llegar a la Isla desde la provincia de Quinghai, que limita al suroeste con Tibet. 

Así que, desde el pasado miércoles, Carmela limpia la escalera de 9 de la mañana a 9,05 y a las 9,10 ya está en casa de Chen-Yu atendiendo a la señora que debe tener 115 años, según nos ha contado la propia Carmela que pudo contarle las arrugas que tiene, el otro día cuando le daba una sopita con esencia de apio.

De momento, Dolors que anda sumida en una tristeza por la desaparición del duque de Abona, no se ha dado cuenta de que las escaleras vuelven a estar sucias. “Es lógico” -dijo ayer Úrsula- “en cinco minutos es imposible limpiar este edificio. 


La cosa empieza a oler mal, en todos los sentidos, y entre la pena de Dolors por la desaparición del duque, el terror de la Padilla a que se le aparezca por la noche y la despreocupación de Carmela que solo piensa en recuperar la línea para su boda, este edificio corre el riesgo de caer en el abandono. Úrsula, que no es tonta, ha llamado a Terencio, su hermano, para contarle en lo que ha quedado su inmueble tras la venta a los catalanes. 

sábado, 12 de abril de 2014

CUANDO LA REALIDAD SUPERA LA FICCIÓN

A veces las cosas son más fáciles de lo que uno cree. Pero, claro, eso no parece tener lógica en este edificio donde todo se lía de forma natural. Después de casi dos semanas tratando de rescatar a Chicho de casa de los propietarios, ideando planes de todo tipo y con todas las letras del abecedario: plan A, plan B, plan R, plan Z..., el pasado viernes salió por la puerta como si nada. Carmela fue quien se lo encontró porque, en ese momento, restregaba las escaleras por orden de Dolors que se ha empeñado en que hay que quitar las manchas negras que tienen, a pesar de que todos le hemos dicho, por activa y por pasiva, que esas manchas no son de suciedad sino que forman parte del dibujo del propio mosaico. Ni caso. Ella, erre que erre. 

En fin, que al verle salir como Pedro por su casa, Carmela tiró el estropajo, se quitó los guantes rosa chicle y corrió a su encuentro para preguntarle cómo había logrado escapar de aquella casa. Chicho le contó que había sido fácil. “Le dije que -como era costumbre desde hacía varios siglos- tenía que ir a la procesión del viernes de dolores”. 

La Padilla, que se ha aficionado a escuchar escondida en la escalera y que sigue creyendo que Chicho es realmente un fantasma, llamó a gritos a su hijo para que lo detuviera antes de que saliera del edificio. Temiendo que lo lincharan, Chicho abrió la puerta del ascensor y se encerró dentro. Con el escándalo, todos salimos y bajamos corriendo al primer piso para averiguar qué pasaba. Una vez allí, Carmela nos explicó lo que había sucedido y Úrsula, desafiante, se acercó a la Padilla y le dijo que a ver si, de una vez por todas, se enteraba de que Chicho no era un fantasma y que todo había sido un farsa para asustar a los nuevos propietarios para que se marcharan del edificio. "¡Ha sido una invención nuestra!", le espetó en toda la cara.

Obviamente, la Padilla no se creyó ninguna palabra e insistió en que aquel hombre era un espíritu maligno que acabaría con todos nosotros. Mientras las mujeres discutían, Bernardo se acercó al ascensor y por la rendija le pidió a Chicho que saliera de allí, que no iba a pasarle nada pero el pobre hombre respondió que esa mujer era capaz de clavarle una estaca en el pecho. Carmela saltó enseguida y le aclaró que eso no se hacía con los fantasmas sino con los vampiros, así que no tenía nada que temer. Para evitar la sarta de tonterías que estaba escuchando, Chicho empezó a pulsar todos los botones del ascensor y el aparato se puso a subir y a bajar como loco. Alertada por los gritos, Dolors salió a la escalera y allí nos encontró a todos desquiciados. Sin pensárselo, Carmela silbó el 'Quinto Levanta', que es el tono de alarma que hemos acordado para avisarnos unos a otros cuando llega la Primera Dama. En menos de un segundo, se hizo el silencio.

- ¿Qué pasa aquí?- preguntó contrariada.

- Alguien se ha quedado trabado en el ascensor- explicó Brígida que, últimamente, tiene respuesta para todo. 

- Pues habrá que rescatarlo, digo yo ¿no? ¿o piensan dejarlo ahí para siempre? Tú, niño trae un destornillador- le dijo a Tito, que miró a su madre para que le diera el beneplácito. 

La Padilla asintió con la cabeza. Ella era la primera que quería atrapar a aquel “fantasma”. así que no lo dudó ni un segundo. 


Tito pulsó el botón y el ascensor bajó. Cuando llegó al primero, se detuvo. Entonces, cogió el destornillador, giró la tuerca y, mientras la puerta se abría, todos contuvimos la respiración. “Pobrecillo, ahora volverán a meterlo en esa casa”, me susurró Carmela poniéndose los guantes rosa de nuevo sin motivo alguno. 

Cuando Tito abrió la puerta, todos nos quedamos paralizados al ver que Chicho no estaba dentro.

- ¿Ven? ¡Es un fantasma! y ha desaparecido por culpa de todos ustedes. Ahora vagará por el edificio y se aparecerá por las noches. ¡Imbéciles!- gritó la Padilla, apretando los puños.

Úrsula, Brígida, Bernardo, Carmela y yo nos miramos incrédulos pero con cierto temor de que, al final, Chicho se hubiera convertido en un auténtico fantasma. Dolors se empezó a reír -por primera vez le vimos aquella dentadura que contenía dos piezas de oro- y nos dijo que no nos preocupáramos que el Duque de Abona había salido a la procesión de los dolores y que regresaría de madrugada. Se dio media vuelta, entró en su casa y cerró de un portazo, mientras podíamos seguir escuchando su risa malvada. 

Úrsula se había quedado blanca y Brígida trataba de reanimarla dándole aire hasta que tuvo que sentarse porque, de tanto soplar se mareó. Carmela no paraba de decir que aquello era imposible y se puso a inspeccionar el ascensor como si fuera una agente del CSI, envuelta en aquellos guantes rosa.


Bernardo, que suele ser el más sensato, aprovechó el silencio y nos dijo que, tal vez, Chicho sí era un fantasma y que, a partir de ahora, tendríamos que tener cuidado. Al escucharlo, Úrsula se desplomó. Y después, Brígida. 

domingo, 6 de abril de 2014

EL CAZAFANTASMAS

Como diría Mario, el del centro fotográfico de la placita, lo de esta semana ha sido para enmarcar. Y no exagera. 

Al Clan Destino le salió el tiro por la culata. Chicho lleva casi una semana atrapado en el piso de Dolors y Bartomeu, de donde no puede salir porque, si lo hiciera, descubrirían que la historia que les contó fue un invento para asustarlos y hacer que abandonaran el edificio. Harto de seguir fingiendo ser el duque de Abona, antepasado de Añaterve, el pasado martes intentó fugarse pero Úrsula logró que Carmela lo interceptara y le advirtiera de que si huye el clan corre el riesgo de acabar en comisaría. Al hombre no le convenció mucho ese argumento pero sí y, mucho, el dinero que le prometió la hermanísima si aguantaba en el piso de los propietarios hasta que encontráramos un plan B. 

Debo reconocer que yo estoy muy preocupada con esta historia del falso antepasado y, por eso, le comenté al clan que lo mejor era confesar que Chicho no era un duque y dejar que los catalanes sigan en el edificio. “Ya se les pasará la fiebre de las circulares y de las consultas vecinales”, les dije pero Úrsula, Brígida, Carmela y Bernardo creen que si no los echamos ahora, no se irán nunca y terminarán haciéndonos la vida imposible. 

Mientras nosotros ideábamos qué hacer para poder sacar al pobre Chicho de aquel piso, la Padilla se puso en contacto con un amigo de su hijo que es experto en cazar fantasmas. Después de haber espiado por la escalera la conversación de la casa de Dolors, piensa que la historia de Chicho como antepasado fantasma es cierta. De hecho, una de estas mañanas, cuando volvía de la pescadería, le dijo a Carmela que le tiene verdadero pánico a los espíritus. Carmela, que no pudo confesarle que se trataba de una farsa, le siguió el juego e intentó convencerla de que el duque de Abona es inofensivo y buena persona.

- Si quieres te lo presento. Ayer hablé con él y es muy normal- le mintió, mientras restregaba la escalera con la lejía de olor a rosas frescas, naturales de Santa Coloma de Gramanet, que le ha obligado a comprar la Primera Dama, en el 'Rincón Selecto' de la tienda de la esquina.

- No quiero que le hables siquiera de mi. Y aparta, insensata. Ese hombre acabará con todos nosotros cualquier noche mientras estemos dormidos- le dijo aterrorizada y derramando de una patada el bote de lejía sobre la escalera.

El cazafantasmas llegó el jueves al edificio, después del almuerzo. Me lo encontré en el portal y me preguntó por la Padilla, así que enseguida supe que se trataba de él. Mientras el hombre esperaba por el ascensor, corrí escaleras arriba a avisar a Úrsula que ya había ideado otro plan para interceptar al cazador antes de que metiera la pata. 

En menos de cinco minutos, la Padilla, Tito y el cazafantasmas aparecieron en el rellano de la puerta de los propietarios. Pero allí estábamos las hermanísimas, Carmela y yo, a modo de muralla, para que no cometieran la locura. La Padilla nos pidió asombrosamente por favor que nos apartáramos pero Úrsula le dijo que estaba a punto de cometer una locura de la que terminaría arrepintiéndose. 

- Aparta de esa puerta, imbécil- gritó la Padilla. 

El cazafantasmas, que más parecía un buzo a punto de iniciar la inmersión en aguas pantanosas, empezó a accionar la manguera que le salía de una mochila que llevaba a modo de caparazón de tortuga.  

- Como me ensucies la escalera, te mato- le espetó Carmela con los brazos en jarra y recordando que tras el incidente del día anterior, apenas le quedaban dos tapones de la lejía deluxe.

La Padilla no hizo caso a las advertencias, nos apartó a todos de un manotazo y golpeó la puerta hasta que Dolors abrió. Al vernos a todos allí, preguntó qué pasaba. 

- Venimos a cazar al fantasma- dijo la Padilla sin anestesia.

- Ella siempre tan graciosa. Es una broma- interrumpió Úrsula, intentando desviar la atención. 


Dolors puso cara de “voy-a-escribir-otra-circular-para-prohibir-que-me-molesten-a-la-hora-de-la-siesta” pero, en ese momento, divisó al señor cazafantasmas y preguntó quién era.

- ¡Es el hombre del gas!- gritó Brígida- Ha venido a revisar las instalaciones. 

Úrsula estuvo a punto de darle un beso a su hermana por haber estado tan espabilada para salvar la situación pero sin dejar tiempo a nada, Dolors agarró al pobre hombre y lo metió en su piso, mientras le decía: “Con usted quería hablar yo; no me funciona el calentador del baño”. Cerró la puerta y nos dejó a todos con cara de tontos. 

Durante el tiempo que aquella puerta se mantuvo cerrada ante nuestras narices, nadie dijo nada. Ni siquiera respiramos. A los veinte minutos, que parecieron más de trescientos, el buzo salió.

La Padilla se abalanzó sobre él y le preguntó qué había pasado allí dentro. 

- Tiene la salida del gas obstruida- dijo y salió corriendo escaleras abajo como alma que lleva el diablo.

Lo que está claro es que Chicho lo tiene complicado para salir de aquel piso. Después de casi una semana, "retenido", Dolors y Bartomeu lo tratan a cuerpo de rey, lo que es un alivio. La suerte es que le han dejado la habitación que da al patio y gracias a eso podemos comunicarnos con él. Úrsula le ha dicho que sea fuerte y aguante un poco más mientras se nos ocurre un plan. Y, de momento, aquí seguimos, pensando cómo rescatar al duque de Abona.