Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 30 de mayo de 2016

OBJETOS PERSONALES
El lunes nos levantamos con la noticia de que teníamos que hacer una derrama para cubrir los gastos del último arreglo del ascensor, que, desde entonces, solo se para en los pisos impares. La cifra de la factura tiene más ceros que la nevera de los yogures sin grasa del súper y doña Monsi asegura que no le alcanza con las cuotas mensuales. La presidenta se parapetó detrás del hilo musical del edificio para reclamarnos el dinero. Si no pagábamos -y esto sonó a amenaza- dijo que se vería obligada a iniciar una serie de recortes muy duros.
-¿Recortes? ¿Pero qué más nos puede quitar la mujer esta? -se quejó la Padilla.
-La dignidad -apuntó Brígida, que ha entrado en un bucle de negatividad en su vida. Ahora, le ha dado por dormir con los ojos abiertos porque no le gusta la parrilla de programación de su sueño.
-Nosotros ya no podemos poner ni un euro. Mi mujer hace más carreras en las medias que yo en el taxi -se excusó Bernardo.
-Dentro de poco querrá que friegue las escaleras sin agua -comentó Carmela, que ha optado por volver a darles el pecho a las mellizas al comprobar el precio desorbitado de la leche para bebés.
-Bueno, ya está bien de tanta queja. Si no hay dinero, iremos a por él -interrumpió Eisi.
Al escuchar aquellas palabras, todos dimos un paso atrás. Temíamos que hubiese recaído. De hecho, las mellizas empezaron a llorar porque, de los nervios, a Carmela se le debió agriar la leche.
-Yo no pienso robar. Tengo una reputación -comentó María Victoria, y todos nos preguntamos a cuál se refería.
-Qué partida de prejuiciosos. No hablaba de robar, sino de algo legal. Por ejemplo, recaudar dinero con un mercadillo -nos explicó Eisi.
-Alabado seas, Señor. Lo has enderezado -comentó con los brazos al cielo el Padre Dalí, que no cabe en sí de gozo desde que se ha descargado una aplicación en el móvil para oír misa.
La idea del mercadillo nos gustó a todos y el martes montamos el tinglado en el portal. La idea era vender cosas personales que ya no usáramos. Carmela, experta en difundir chismes, se ofreció a correr la voz por el barrio. En menos de una hora, ya estábamos cada uno en nuestro puesto.
La Padilla bajó una lámpara de araña, llena de homónimas, un disco de vinilo de Georgie Dann, un secador de pie y otro de mano (los dos para el pelo). Úrsula decidió sacar todo lo que tenía en el armario del pasillo, pero tuvo una discusión muy fuerte con su hermana Brígida, que alegaba que desprenderse de cosas tan íntimas solo les traería años de mala suerte.
-Déjate de tonterías. Necesitamos el dinero. Y además, ¿dónde has leído esa chorrada?
-En una revista china que me dejó Xiu Mei.
-¿Y acaso tú sabes chino?
-No pero sé qué aspecto tiene la muerte y había un dibujo.
A las cinco de la tarde, Eisi abrió las puertas al público.
La expectación era máxima y el portal se llenó enseguida de curiosos, señoras y señores que buscaban alguna ganga mientras nosotros hacíamos lo imposible para convencerles de que arramblaran con todo.
-Qué lámpara más original -dijo una señora, al verla en las manos de Úrsula.
-Era de nuestro bisabuelo Facundo. Murió cuando se le cayó encima -explicó Brígida.
-¿Tú estás tonta? -le susurró su hermana manteniendo una sonrisa falsa para la señora.
En el puesto de al lado, el padre Fidel puso a la venta una sotana vieja y un bono para seis clases de catequesis. Frente a él, la Padilla vendía una colección de libros de cocina.
-Yo quiero eso -dijo un señor pero la Padilla le aclaró, enseguida, que Cinco Jotas no estaba en venta.
-Le doy 30 euros.
-Imposible, le digo.
-75.
-¿Es que no me entiende?
-100
-Que no.
-250.
-¡Hecho! -gritó Eisi, apartando a la Padilla de un codazo, agarrando al cerdo y entregándoselo al señor.
Nos quedamos incrédulos al ver cómo aquel tipo salía del edificio con el pobre animalito moviendo -los dos- sus lorzas.
-Seguro que se lo come -apuntó Brígida.
-Qué funesta eres -le recriminó su hermana.
-No creo que se lo haya llevado como hucha.
-Ahí tienes razón.
Una tristeza inmensa nos invadió a todos de repente.

lunes, 23 de mayo de 2016

MENSAJE OCULTO
El hallazgo se produjo el lunes por la tarde cuando María Victoria volvió de la peluquería, a donde había ido a despeinarse, a juzgar por el aspecto con el que regresó al edificio. El ascensor estaba ocupado, así que decidió subir por las escaleras y, allí, en el escalón número nueve, se topó con aquel extraño mensaje.
-Lo que no entiendo es cómo no lo habíamos visto antes -se preguntó la Padilla. 
-Porque, hasta ayer, había una capa doble de polvo incrustada que ocultaba lo que había debajo, pero, con la refriega que le ha pegado Carmela esta mañana, han salido a la luz esas marcas -explicó Brígida.
Al oírlas, yo me acordé de lo que solía decir mi abuela: "No se dan puntadas sin hilo", y pensé que tenía razón porque el zafarrancho de limpieza al que sometió Carmela las escaleras tenía un hilo bastante grueso: las mellizas. Como las niñas han comenzado con el destete y también a gatear, Carmela, temerosa de que pudieran coger alguna infección, decidió hacer limpieza a fondo. Las escaleras habían acumulado tantas capas de suciedad encima que llegué a temer que, en una de ellas, aparecieran los restos de algún vecino de los que vivió en el edificio siglos atrás.
Para evitar que alguien manipulara las pruebas, Eisi se apresuró a clausurar el escalón.
-¡Eh! No puedes cortar el acceso a mi vivienda -se quejó María Victoria. 
-Silencio. Desde este momento, estoy al frente de este caso -le advirtió él, mientras colocaba una valla amarilla. 
-Hace años vi una película en la que una chica encontraba un mensaje parecido a este en una pared y, al final, descubrían que era de alguien que estaba pidiendo auxilio porque lo iban a matar. Creo que deberíamos llamar a la policía -alertó la Padilla.
-Pues si es así ya debe estar más que muerto. Estas escaleras no se limpian a fondo desde la guerra del Peloponeso o antes -dijo Eisi al tiempo que recibía un golpe seco de Carmela en toda la espalda con la fregona.
-¡Bueno, ya está bien! No desvíen el tema. Hay una persona que podría estar a punto de morir y nosotros, pensando en la limpieza -lamentó Carmela, rescatando a una de las mellizas del suelo, que se afanaba en limpiar a lengüetazos uno de los zócalos. 
Esa tarde, Eisi estableció un dispositivo de investigación en el escalón para tratar de descifrar aquel mensaje. Como primera medida, decidió interrogarnos a todos. 
A Xiu Mei, por si aquello tuviera algún origen oriental.
-Yo no mi entiende eso -dijo ella. 
-Ni eso, ni nada -masculló Carmela, que no se separaba del escalón porque decía que ella fue la que sacó a la luz el mensaje y que si era la pista que conducía a un tesoro le tocaba quedarse con el cincuenta por ciento. 
Eisi también sondeó al padre Dalí por si se trataba de algo divino pero tampoco. 
Después de tres días de interrogatorios intensos, absurdos e improductivos, el "inspector" Eisi decidió pasar al plan B. Bebida. Necesitaba un par de cervezas para sobrellevar aquel misterio que, cada día, se alejaba más de la posibilidad de ser resuelto.
Pero el jueves por la tarde, el caso dio un giro de 180 grados cuando la Padilla regresó de su paseo diario con Cinco Jotas y comentó que creía haber visto aquellas marcas en alguna parte.
-Haz memoria -le presionó Eisi. Empezaba a temer que se quedaría sin ver la final de la Copa del Rey. 
Mientras la Padilla y el cerdo atravesaban el pequeño paso que Eisi había habilitado entre la valla y la pared para que pudiéramos acceder a resto de las escaleras, una de las mellizas que gateaba por la zona levantó su bracito y señaló a Cinco Jotas. Inmediatamente, Carmela gritó:
-¡Es él! 
El rastro que habían dejado las patitas de Cinco Jotas era idéntico al mensaje misterioso, con lo que Eisi activó el Plan "C acabó". Le dio un último trago a la cerveza, quitó la valla y disolvió el dispositivo de investigación. La Padilla se marchó avergonzada.
Al día siguiente, Carmela no vino a trabajar y se pasó el día paseando a sus mellizas por toda la calle, contando cómo una de ellas había resuelto el enigma. 

lunes, 16 de mayo de 2016

SIN PALABRAS
Aunque el médico insiste en que lo ocurrido esta semana en el edificio ha estado causado por un virus, yo sigo creyendo que el suceso tiene mucho de paranormal o, por lo menos, de "poconormal". Todo empezó cuando doña Monsi descubrió que el nieto al que rechaza por ser cura oficiaba misa en el portal. Esa tarde se puso a gritar como una energúmena y, después de dos horas sin parar, se quedó sin voz.
-Toma castigo divino -comentó Úrsula, deseando que no la recuperara nunca más.
-Eso le pasa por ser mala persona. Mira que clausurar mi horno solo porque allí le hacía las hostias al padrecito -dijo Brígida, repartiéndonos la última remesa que había escondido en el bote de las aceitunas.
La afonía de la presidenta fue un regalo para nuestros oídos y, aunque se esforzaba por hablar haciendo toda clase de gestos, no lográbamos entenderla.
-Eso es "Lo que el viento se llevó" -dijo Carmela, más contenta que si hubiera descubierto el remedio definitivo para acabar con las patas de gallo, y al tiempo que se humedecía el dedo pulgar para adecentar las cejas a lo Frida Kahlo de las mellizas.
-¿Tú estás tonta? Que no gesticula así porque esté jugando a adivinar películas. Es que no tiene voz -le aclaró Úrsula.
-Yo sé qué ella dice: quiere campanas ático tú quitar -nos tradujo Xiu Mei, que la entiende mejor que a nuestro castellano.
-Pues que se vaya a hacer gárgaras, que igual le va bien para la afonía.
Durante dos días, doña Monsi estuvo encerrada en su piso, a la espera de recuperar la voz.
-A mí me está dando penita -confesó Carmela.
-¿Pena? Le ha prohibido a su propio nieto que de misa -le recordó la Padilla.
Tras la famosa discusión, la presidenta no solo ordenó a Neruda que quitara el pequeño altar que el cura había montado en el portal, sino que a las señoras que venían a escuchar misa de seis les prohibió que volvieran a pisar el edificio, con lo que ahora el padre Dalí la da a domicilio. 
Bernardo se ha ofrecido a llevarlo en su taxi a cambio de que le perdone todos los pecados de este año y del próximo.
El jueves por la tarde se volvió a liar cuando Eisi empezó a bajar las escaleras haciendo todo tipo de aspavientos.
-Esa es "Pulp Fiction" -gritó Carmela, esperando la aprobación de Eisi, pero él se llevó las manos a la garganta.
-Qué manía con las películas. ¿No ves que también él se ha quedado sin voz? -apuntó Úrsula.
-Esto no me está gustando nada. Ya hay dos casos en el edificio -comentó María Victoria, con una camiseta de escamas de Sargo, pescado en la costa gallega, que Carmela pensó que quedaría mucho mejor en su horno que cubriendo los pechos de su vecina.
En vista de lo que podía ser el inicio de una epidemia, y temerosa de que Cinco Jotas cayera también, la Padilla llamó a un médico que les recetó descanso y miel con limón a los afónicos.
Al día siguiente, algo extraño nos despertó a todos. No era tanto que de la ventana del piso de Eisi saliera a grito pelado el "You Shook Me All Night Long" de AC/DC, sino que quien lo cantaba era doña Monsi. Me asomé al patio y vi a la Padilla pedirle que se callara. Eisi sacó la cabeza y, entonces, comprobamos que él era quien lo cantaba, pero con la voz de la presidenta. Incrédulos, y en pijamas, salimos a la escalera y, allí, nos tropezamos con doña Monsi.
-Sáquenme a este hombre de dentro -nos pidió enfadada y agarrándose la garganta.
-¡Tiene la voz de Eisi! -gritó Brígida.
-¡Atrás! -le ordenó María Victoria, temiendo que aquello fuera el preludio de una invasión zombi.
Alertado por Carmela, el médico regresó a echarles un vistazo y confirmó que se trataba de un virus llamado "vox mutationis" que se les pasaría con descanso y algo de suerte. Desde entonces, ninguno de nosotros ha vuelto a abrir la boca por miedo a perder la voz y que se la quede otro. Así que hemos decidido comunicarnos por gestos, con lo que Carmela está encantada, porque sigue jugando a las películas y va apuntando en un papelito los títulos.
Yo no digo nada.

lunes, 9 de mayo de 2016

BENDITO SILENCIO
Una cosa es que hiciéramos la vista gorda para que pudiera oficiar misa en el portal. Otra, que María Victoria le dejara quedarse en su piso a la espera de ver qué ocurre con su abuela e, incluso, que Brígida le cocinara las hostias. Lo que ya se pasó de castaño a oscuro es que insistiera en colocar unas campanas en el ático para llamar a la oración. La llegada al edificio del padre Dalí no ha hecho sino liarlo todo.
Bernardo era el más contento porque estaba haciendo el agosto en pleno mes de mayo con tanto traer y llevar en su taxi a las señoras que venían a misa de seis.
-Mi no gusta que tú vas solo con mujeres en taxi -se quejó Xiu Mei, que no sé yo qué peligro le ve a que unas señoras de ciento cincuenta, o más, se suban al coche de su marido. Por si acaso, ella decidió acompañarle, pero, a los dos días, desistió. No soportaba el intenso olor a perfume de las mujeres.
-A mí me da que estas no se echan colonia, sino que se meten directamente en el frasco -comentó Carmela abanando la puerta de entrada al edificio para ventilar el olor a Channel número cinco, número seis, siete, ocho, nueve y diez que había dejado impregnado en las paredes. Pero lo que más le agobiaba no era tanto el tufo penetrante como el trajín que había de un lado a otro de las escaleras.
-Me están cambiando las pelusas de sitio y me estoy poniendo nerviosa -se quejó.
-Sí, claro. Llevan tanto tiempo con nosotros que hasta las conocemos por su nombre -criticó la Padilla, que achaca la alergia que ha desarrollado Cinco Jotas a la limpieza deficitaria del edificio. El pobre cerdo se pasa el día estornudando y, dado el tamaño de sus orificios nasales, no les cuento lo que sale por ahí.
Ante la insistencia del padre Dalí con poner unas campanas, tuvimos que alertarle de que doña Monsi empezaba a sospechar que algo ocurría en el portal y no se creía la excusa de que no podía bajar, de seis a siete, porque Carmela hacía limpieza a fondo.
-Como se entere de que hemos dejado que su nieto, al que repudia solo porque es cura, está oficiando misa en su propio edificio, se nos cae el pelo -temió María Victoria, encajada en un traje de color verde mantis religiosa, en homenaje al padre Dalí.
-A mí da pena cura no tener campanas -dijo Xiu Mei.
Solo era cuestión de tiempo que la presidenta descubriera el engaño, así que el jueves Úrsula nos reunió a todos en su piso y nos detalló un plan que ni Eisenhower cuando organizó el desembarco de Normandía.
Al día siguiente por la tarde nos preparamos para el ataque. El objetivo: lograr que las señoras desistieran de venir a misa.
La señal de inicio era el cuarto estornudo de Cinco Jotas después de las 17:00 horas. En ese instante, María Victoria encerró en la habitación al padre Dalí, que apuraba los últimos segundos de su siesta. Mientras, abajo, Carmela fregoteaba el suelo con dos litros y medio de LouLou de Cacharel. 
Había que contrarrestar el perfume de las mujeres. En una esquina del portal, Eisi con su vieja chupa de cuero, afinaba su sagrada Gibson SG. Por fin, a las seis menos diez minutos, llegó la primera remesa de señoras.
-¿Y el padre Dalí? -preguntó una de ellas.
-Señora, aquí el único padre soy yo: el padre del rock and roll -gritó sacando la lengua y, haciendo un quiebro de cadera que casi se descoyunta, empezó a tocar. Por decir algo.
-Pero qué horror es esto. ¡Pare! -gritó una de ellas con el aspecto que tienen mis calcetines cuando la lavadora termina el centrifugado.
La mezcla de perfumes en aquel lugar tan reducido generó un ambiente asfixiante y Cinco Jotas empezó a estornudar hasta veinte veces seguidas sobre las mujeres que quedaron empapadas en lo que quiera que el animal expulsó. Eso sí que neutralizó al Channel. Eisi dejó de tocar.
En medio del bendito silencio, empezaron a sonar unas campanas. Eso no estaba en el plan.
-Mi primo dejar precio bueno. El colocar ayer -confesó Xiu Mei.
Lo siguiente que sonó fue la voz profunda de doña Monsi.

lunes, 2 de mayo de 2016

MISA DE LAS SEIS
Cuando entró en el edificio, Carmela creyó que la muerte le rondaba y que aquel desconocido había venido a darle la extremaunción. Debajo de aquella sotana negra y con la cabeza atrapada en un alzacuellos almidonado a más no poder, el hombre saludó con un delicado parpadeo. Ella gritó que no estaba preparada para marcharse, que tenía a su cargo dos mellizas tragonas y que, en el cielo, todo estaba muy limpio con lo que a ella no la iban a necesitar allí arriba.
-¡Márchese! -le dijo.
Nos quedamos pasmados ante aquella reacción desmesurada, y solo cuando Eisi nos contó que en el oculista a Carmela le habían dilatado las pupilas, comprendimos que el efecto nebuloso había provocado que la llegada de aquel hombre le pareciera una visión etérea.
En medio de aquella escena dramática, a la par que ridícula, el presunto fantasma, se identificó como el nieto de doña Monsi.
-Vaya. ¿Y a qué se dedica? -preguntó Brígida, como si no tuviera claro el color del caballo blanco de Santiago.
-Si te parece es Darth Vader. No te digo... -se cachondeó Eisi, que recibió un codazo de Carmela en plena costilla izquierda.
Nos contó que era sacerdote y que había venido a ver a su abuela. La Padilla me miró con cara de "¿nadie le va a decir a este que doña Monsi asegura que no tiene ningún nieto?".
-Avisé de mi llegada en una nota que envié junto a un paquete ¿No les llegó? Era una pecera y dentro venía Hércules.
-Sí, claro. Imposible olvidarlo -pensó María Victoria, recordando la pecera atestada de peces que tenía en uno de los estantes del mueble del salón.
Mientras alguien subía a avisar a doña Monsi, Carmela le ofreció amablemente sentarse en las escaleras, maquinando que aquella sotana enorme era un perfecto atrapapolvo, con lo que si el cura se movía un poquito de un lado a otro, ella se ahorraría tener que barrer al menos ese escalón. Al momento, la presidenta llegó en el ascensor.
-Aquí está su nieto -dijimos todos al unísono y a mi la frase me sonó a título de concurso.
-No conozco a ese hombre -negó ella con desprecio.
-Pero abuela...
-He dicho que no -cerró la puerta del ascensor y pulsó el botón de subida.
A María Victoria le dio tanta pena del joven que le ofreció que se quedara en su piso mientras se arreglaba aquel entuerto.
-Total, donde caben cien pececitos, también cabe un cura -dijo indicándole el camino.
A la Padilla le entró la desconfianza de que el de negro no fuera realmente el nieto de doña Monsi, ni siquiera un cura, y le pidió a Eisi que investigara su verdadera identidad. A la espera del resultado, encerró a Cinco Jotas en el baño.
Temía que el presunto fuera un asesino en serie... de cerdos. Esa misma tarde, Eisi ya tenía la información y nos citó en la azotea.
-Confirmado. El pollo es su nieto.
-Y, entonces ¿por qué reniega de él? -preguntó la Padilla.
-Doña Monsi siempre quiso que su nieto fuera un artista consagrado, incluso llegó a pagarle a su hija para que lo llamara Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech, que es su nombre.
-Qué surrealista.
-Totalmente, pero a los siete años, el niño decidió que quería ser cura y, entonces, ella lo repudió para siempre.
Al escuchar aquella historia tan triste a Carmela se le volvieron a dilatar las pupilas y bajó a casa de la presidenta a echarle en cara su actitud. Decidimos acompañarle por si se tropezaba.
-Si se ha roto algo no hay dinero para arreglarlo -nos advirtió al vernos agolpados en su puerta.
-Hemos confirmado que Dalí es su padre -le espetó Brígida.
-¡Que no! -gritamos todos-. Que el padre Dalí es su nieto.
Doña Monsi dio un portazo y Carmela recuperó la visión nítida.
Aquella misma tarde, cuando Eisi bajó al portal, vio que Dalí había improvisado una pequeña capilla y seis señoras estaban escuchando su sermón. Casi le da algo cuando se percató de que el vino que estaba usando era el Marba Tinto Barrica que le habíamos regalado por su cumpleaños. A las señoras les gustó tanto -el vino- que ahora las tenemos todas las tardes, desde las cuatro, esperando por la misa de las seis.