Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 3 de octubre de 2016

NI UNA SOLA PALABRA
No fue la impresión que le causó ver al porteador lo que le quitó el habla a Brígida. Tampoco fue el corrientazo de aire que entró por el portal la causa de que se quedara sin voz. El verdadero motivo fue que se le gastaron las palabras de tanto usarlas, y, cuando quiso seguir hablando, ya no pudo. Todos pensamos que aquello había sido un milagro, pero el padre Dalí nos aclaró que "el Señor no está para estas cosas de andar por casa". Lo último que dijo, en un tono mezzosoprano, fue "varón" y coincidió con el momento exacto en que entraba el porteador que la presidenta ha contratado para trasladar a los vecinos arriba y abajo del edificio. María Victoria y Carmela llevaban una semana esperando por él y, al verlo, se sintieron desencantadas.
-¿Y tantos desvelos para esto? -preguntó Carmela con un tono parecido al que usó el día anterior cuando el carnicero le mostró un chuletón escuálido y seco.
Para ser objetivos, el hombre era normal; entendiendo por normal que llevaba gafas, tenía el pelo castaño y una barriga que se alongaba sobre el cinturón.
En la otra esquina del portal, Úrsula se había quedado preocupada por su hermana. No entendía por qué lo último que dijo antes de enmudecer fue: "Varón".
-¿No estarás embarazada a pesar de tu excesiva edad?
Ella no contestó. Había consumido todas las letras.

Mientras tanto, María Victoria y Carmela seguían digiriendo el chasco que se habían llevado.
-Yo paso de subirme en el espinazo de este tipo que parece que se va a descoyuntar a la primera de cambio -comentó María Victoria, más decepcionada que el día que fue a comprarse unos "leggins" y le dijeron que para su cadera no había licra que cediera.
-Bueno, alguien tendrá que explicarle al pobre hombre cuál es su trabajo -sugirió la Padilla, mientras lo miraba, dudando de que ella y Cinco Jotas encajaran en aquella espalda.
Nunca había habido un silencio tan grande en el edificio como el que siguió a la sugerencia. Temiendo que le hubiera pasado lo mismo que a su hermana (vaciarse de palabras), Úrsula se lanzó a hablar y, antes de decir lo que quería, hizo una prueba por si le fallaban las cuerdas vocales pero estas funcionaron perfectamente y fue demasiado tarde cuando quiso evitarlo. De su boca salieron sin pausa: "Caca, pedo, culo, pis".
"No ha cambiado. Eso también lo decía de pequeña", pensó Brígida a falta de poder emitir sonido alguno.
Eisi se encargó de hacer las presentaciones.
-Buenos días. Yo soy el jefe de seguridad del edificio y esos de ahí son los vecinos -dijo con el índice en dirección al corrillo donde estábamos todos.
-Encantado. Soy Camello.
-¿Quééé? Lo que nos faltaba -gritó espantada María Victoria.
-Hay que echarlo ya -ordenó Carmela pensando en sus mellizas.
- ¿No le da vergüenza? -le recriminó Eisi y le volvió a recordar, esta vez más despacito, que él era el j-e-f-e d-e s-e-g-u-r-i-d-a-d, por si no lo había entendido.
-Oigan, yo no sé qué estarán pensando, pero les aclaro que lo de Camello es un mote que me pusieron por aquello de que cargo a la gente sobre mi espalda -dijo el hombre mostrando una pequeña joroba.
Avergonzada, la Padilla le pidió disculpas en nombre de todos y le indicó quién vivía en cada piso. Camello parecía buen tipo, pero ninguno se atrevía a usar sus servicios.
-No quiero llegar al extremo de tener esas cartucheras. Me conviene subir a pie -se justificó la Padilla señalando a María Victoria.
Quien seguía cada vez más preocupada era Úrsula. Temía que su hermana estuviese esperando un niño del okupa. La tensión aumentó esa tarde, cuando Brígida bajó a tirar la basura y cayó desmayada en medio del portal.
-Lo sabía. Lleva un varón en su vientre -dijo recordando la fatídica última palabra de su hermana.
-A mí me da que más bien ha sido el pestazo que lleva la bolsa -se quejó Eisi.
Sin dudarlo, Camello corrió a socorrerla. El hombre se agachó, se la cargó a la espalda y subió los cuatro pisos hasta dejarla en su cama. Desde entonces, hay lista de espera para subir y bajar con él.

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