Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 17 de octubre de 2016

NO ME GRITES QUE NO TE VEO
El corazón me latía tan rápido que parecía que había corrido la maratón de Nueva York de los próximos dos años, una detrás de otra. Aquellos gritos desoladores me dejaron sentada en la cama, mirando a todas partes y con miedo a que el monstruo de Bayona hubiera venido a verme. Encendí la luz. El reloj de la mesilla marcaba las tres. Todo estaba en silencio y no percibí nada raro. Bueno, sí: las cortinas. Tengo que cambiarlas. No puedo seguir dilatando más la decisión. Esos encajes ya no se usan. También me di cuenta de que el techo necesita una manita de pintura y el suelo, algo de brillo. En medio de aquella angustia, decidí apagar la luz. Me conozco bien y, de haber continuado en esa línea, hubiera terminado encontrando manchas, pelusas y algún cisco rebelde. Cuando recuperé la calma, deduje que los gritos habían ocurrido en mis sueños, así que no le di más importancia y volví a dormirme.
A la mañana siguiente, me desperté con la sensación de haber sobrevivido a una pesadilla. Necesitaba salir de casa. De camino al portal, en medio de las escaleras, escuché cómo Úrsula le contaba a Carmela que ella tampoco había podido dormir esa noche por culpa de unos quejidos desagradables.
- Eran algo así como ah, ah, ah ah...
- Bueno, chica, igual alguien tenía plan -comentó Carmela mientras vaciaba el bote de lejía en el cubo.
- Yo también los oí pero pensé que estaba soñando -apunté.
- Una vez vi en la tele que dos personas pueden soñar lo mismo al mismo tiempo -explicó Carmela, ahogando la fregona.
Eisi apareció en ese momento y aseguró que él también había escuchado los quejidos.

- Dios mío, para mi que es un espíritu maligno que vaga perdido -temió María Victoria que se había unido a la conversación y a mi brazo.
Cuando estuve en la cárcel pasó algo parecido, pero le tendimos una trampa y el tipo cayó. Llevaba más de un siglo entre rejas -explicó Eisi.
- ¿Un espíritu en el edificio? -preguntó Úrsula.
- Yo por si acaso voy a poner doble de lejía -dijo Carmela- He oído que el ese olor les repele.
Esa noche, decidimos quedarnos de guardia para ver si podíamos atrapar al supuesto espíritu. Carmela, que es una novelera, dejó a las mellizas en casa de una vecina y preparó varias cafeteras para hacer frente al sueño.
María Victoria seguía aterrada ante la idea de encontrarse cara a cara con aquella cosa y seguía agarrada a mi brazo que ya empezaba a quedarse dormido. El brazo.
Hasta las tres de la madrugada no escuchamos los gritos aterradores.
- Vienen de ahí arriba -señaló Úrsula asustada.
- Vaya con la Watson. Eso es lo único que tenemos claro, señora -le soltó Eisi con desprecio- Lo que tenemos que hacer ahora es intentar que baje para acorralarlo entre todos.
- Eso será complicado. Los espíritus se escapan como el barro entre las manos. Lo vi en Ghost -recordó Carmela.
- ¿Alguien me puede sacar un selfie antes de que muramos? -pidió María Victoria.
- Por favor, un poco de interés en el asunto. Qué falta de profesionalidad más grande -se quejó Eisi que le hizo una seña a Carmela con la ceja izquierda para que fuera a buscar al espíritu y lo mandara escaleras abajo.
- ¿Y por qué yo? Tengo dos niñas a las que apenas he destetado -se lamentó.
Eisi bajó la ceja y le clavó la mirada. Carmela entendió la orden y empezó a subir sin rechistar. Toda ella olía a lejía, con lo que si era cierto lo que nos dijo que había escuchado en la tele, el espíritu trataría de escapar y la única salida era el portal. Cuando llegó al punto del que provenían los gritos, una puerta se abrió en medio de la oscuridad y, tras ella, apareció la Padilla en bata y con algo envuelto entre los brazos.
- ¡Lo ha atrapado ella sola! -anunció Carmela por el hueco de la escalera.
- ¡Déjame pasar! Tengo que ir a urgencias. Cinco Jotas lleva dos noches con cólicos de gases.
Lo que se oyó y olió después no sé cómo describirlo.
El pobre cerdo no paraba de quejarse y esos gritos me recordaron que tenía que cambiar las cortinas, pintar el techo y sacarle algo de brillo al suelo de mi habitación.

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