Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 18 de septiembre de 2017

ME SUENA TU CARA
Eisi sigue obsesionado con reforzar las medidas de seguridad. A tanto ha llegado su inquietud que, como presidente sustituto, envió un whatsapp a la multinacional Apple, solicitando que le prestaran la patente del iphoneX para poder aplicar el reconocimiento facial a la entrada de nuestro edificio. La idea no sentó nada bien entre los vecinos.
-Ni que fuéramos delincuentes -se quejó la Padilla.
-Señora, lo hago por su propio bien. Si la máquina no reconoce la cara del inquilino, la puerta se bloquea y aquí no entra ni San Pedro, con lo que estamos hipermegaultraseguros ante cualquier intruso. ¿Lo capta? -preguntó Eisi, mientras elevaba el tono de voz a medida que construía la frase.
-Eh, bájame el labio. A mí no me chilles -gritó ella aun más.
-Chicos, no se me vengan arriba -pidió Úrsula, en un intento de apaciguar el ambiente.
-La única dificultad que yo veo -dijo Bernardo- es que, cuando regrese a casa después de más de nueve horas en el taxi, el iphone ese no me va a reconocer. Tengo unos capilares muy activos y, aunque por las mañanas salgo recién afeitado, llego con una barba que ni un náufrago hipster.
-Si el problema con quien lo vamos a tener es con María Victoria -murmuró Carmela.
-¿A qué te refieres? -se molestó la susodicha al escucharla.
-Pues que con el ácido ilurónico ese que te echas por las mañanas para esconder las arrugas, la máquina se va a pensar que la quieres engañar, y este dispositivo no es como los tipos con los que sales.
Después de veinte minutos de comentarios despectivos por parte de unos y de otros, Eisi chistó y se llevó el índice a la boca para que nos calláramos mientras respondía una llamada.
-Yes, yes, mi ser Eisi. Jelou, señor Banana? Perdón, Manzana? esto? don Appel. ¿Yu com tumorro? Ok. Chacheishon.
Escucharle hablar aquel inglés tan? tan? Bueno, escucharle hablar aquel inglés nos dejó sin palabras.
Al día siguiente, dos señores vestidos de negro y con una gorra de color verde manzana aparecieron por el portal preguntando por Eisi. Sin dejar de emborronar el suelo con la fregona, Carmela gritó por él con tanta fuerza que no me extraña que esa fuera la causa de la desintegración de la sonda Cassini en la atmósfera de Saturno, diga lo que diga la NASA.
-Peró ¿qué pasa ahora? Ya he subido la cuota de la comunidad para que te puedas comprar ese producto mata pelusas rebeldes que anuncia la teletienda. 
¿Qué más quieres? -preguntó el presidente sustituto, pensando que el grito de Carmela era de queja.
-Pero ¿qué dices? Yo te llamaba porque los primos de Manzanita preguntan por ti.
-¡Los de Appel! -exclamó al verles-. Yu ar in yor jaus. Güelcome.

-Nosotros no hablamos inglés -lamentó uno de ellos.
Eisi cambió al español sobre la marcha.
-No les esperaba tan pronto. ¿Cómo ha sido el viaje desde California? ¿Les cogió el huracán?
-No, si nosotros vivimos en Taco. Hace lo menos diez años, Steve Jobs nos llamó para que le hiciéramos un trabajito y aquí seguimos con un contrato indefinido hasta que salga el iphone33.
-Bueno, menos cháchara y al tajo, ¿no? -les interrumpió Carmela-, que aquí yo tengo un contrato por horas y en cinco minutos cierro el quiosco y me largo.
No se habló más. Los dos tipos se pusieron a montar el dispositivo de reconocimiento facial en la entrada del edificio y, cuando terminaron, le pidieron a Eisi que reuniera a todos los vecinos para poder escanearnos la cara y activar el sensor.
Bernardo preguntó si era posible que a él se lo hicieran con barba en un lado y sin ella en el otro, pero la respuesta fue negativa. El problema llegó con María Victoria, que insistió en ponerse doble de maquillaje y tres ampollas de ácido hialurónico, con lo que esa misma noche, cuando bajó a tirar la basura ya con la cara lavada, la máquina no la reconoció y le impidió la entrada. La única solución que encontramos fue lanzarle por la ventana el neceser con sus cosas de maquillaje.
Por fin, a las dos de la madrugada, la maldita máquina le permitió la entrada.

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