Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 11 de septiembre de 2017

SEGURO NO HAY NADA
Por unanimidad consigo mismo, Eisi decidió que, hasta que regrese doña Monsi, él será quien se quede al mando del edificio. La noche del miércoles, la presidenta se comunicó con nosotros a través del chat comunitario y nos anunció que permanecerá en Barcelona hasta que se arregle la situación política. "No quiero marcharme, que igual después no me dejan entrar", escribió.
-Uf, yo preferiría que se recuperase, que si nos lo pega caemos todos como moscas -advirtió María Victoria, que piensa que el procés es un virus que ha cogido la presidenta.
-Pues si no vuelve mejor -comentó Carmela, mientras perdía la mirada en el infinito, imaginando que ya no tendría que escuchar más las quejas de doña Monsi por el gasto excesivo de agua cuando llena el cubo para limpiar las escaleras.
Esa misma noche, Bernardo nos confirmó que la ausencia de la presidenta iba para largo. Él lo sabe de primera mano porque se pasa todo el día en el taxi escuchando las noticias y discutiendo con los clientes, más que Marhuenda en las tertulias de la Sexta.
Aprovechando su nuevo cargo como presidente, Eisi nos reunió a todos en el portal para comunicarnos los cambios que quería poner en marcha.
-¡Qué bien! Ya era hora de hacer arreglos en el edificio. A mí me llega tan poca agua que me ducho en seco -relató la Padilla.
-Sí, es lamentable el estado de abandono al que hemos llegado. Fíjate que yo me miro al espejo y me asusto -suspiró Brígida.
-Es que todo está patas arriba. La puerta de la azotea solo se abre a patadas, aunque lo que peor está es el ascensor. Tiene tantas pelusas que ya supera el aforo permitido -advirtió María Victoria.
A Carmela no le gustó nada el comentario y -como quien no quiere la cosa- rozó con la fregona empapada en lejía los nuevos "leggins" de piel de lagarto gigante de El Hierro que llevaba puestos su vecina y le dejó estampada una mancha que ni el "Ecce Homo" de Borja en un día nublado.
-Bueno, déjenlo ya -ordenó Eisi-. Los cambios tienen más que ver con la seguridad.
-Eso es precisamente lo que queremos -interrumpió la Padilla-: seguridad de que se van a arreglar las cosas de una vez por todas.
Eisi dejó caer los párpados y apretó la mandíbula intentando evitar que se le escapara la palabra malsonante que tenía en la punta de la lengua. Respiró profundo y levantó el brazo derecho para que Vicente y Gilberto, los dos ancianos que hemos acogido temporalmente en el edificio, se acercaran a él. Iban vestidos con un mono de color verde y llevaban la palabra "STAFF" escrita a mano en la espalda.

-Les presento a los agentes especiales que van a velar por nuestra seguridad.
-Es broma, ¿no? -sonrió Carmela.
-¿Has puesto a dos veteranos de la guerra del Vietnam a cuidar del edificio? -preguntó Úrsula.
-Más que agentes especiales habrás querido decir agentes espaciales, porque con la edad que deben de tener están más fuera de órbita que otra cosa -dijo Carmela.
-Qué poco respeto el suyo, señora -se lamentó uno de ellos-. Exijo una disculpa.
El anuncio impactante que Eisi acababa de hacer coincidió con el momento en que María Victoria descubrió la mancha en sus "leggins" y, a partir de ahí, se disparató por completo.
-¡Ha sido ella! -señaló a Carmela, que aún tenía el arma de hipoclorito de sodio en las manos.
Uno de los agentes especiales se abalanzó sobre la acusada.
-Bien hecho, Vicente -aplaudió Gilberto a su compañero.
-Pero ¿ustedes están locos o qué? -se asustó la Padilla y todos nos acercamos a separarles.
Carmela se recompuso enseguida, pero el anciano se quedó inmóvil en el suelo.
-¡Uf! Esto tiene mala pinta -comentó Brígida sin atreverse a tocarlo.
Con la cara descompuesta, Eisi se agachó a preguntarle si estaba bien.
-Sí? Bien partido -murmuró entre quejidos.
-¿Y estos son los que nos van a vigilar? -protestó Brígida.
El pobre Vicente lleva cuatro días en cama sin poder moverse y Gilberto le ha devuelto el mono verde a Eisi hasta que su compañero se recupere. Dice que ellos son como Starsky y Hutch. Inseparables. Así que aquí seguimos: sin vigilancia, con poca agua y con el ascensor a punto de reventar.

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