Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 9 de octubre de 2017

INTERFERENCIAS
Cuando la Padilla nos contó que había hablado con doña Monsi, a la que ya dábamos por desaparecida después de tres semanas sin saber de ella, nos quedamos más tranquilos, aunque esa sensación solo duró unos segundos: los que tardamos en descubrir la realidad.
-Sigue en Barcelona -dijo.
-¿Y tiene intenciones de volver? -preguntó Carmela, con más ganas de escuchar un no que el día que tanteó con su marido si quería ser padre.
-Hablamos de muchas cosas. Estuvimos juntas en la cama -respondió.
-¡Por Dios! ¡Calla! No quiero conocer los detalles -interrumpió María Victoria, llevándose las manos a los oídos y tarareando el himno de España.
-Entonces, la presidenta ha vuelto -dedujo Carmela, con la misma sensación que le invadió cuando su marido le contestó que sí quería ser padre.
-Mmm Vaya, vaya... No sabíamos que tú y ella... -comentó Brígida, con una sonrisita de medio lado.
La Padilla se dio cuenta de que estábamos malinterpretando sus palabras y quiso aclararlo cuanto antes.
-A ver, lo que estoy diciendo es que anoche, cuando estaba en la cama, entré en comunicación con ella. Por telepatía.

-¿Telepatía? ¿Pero a esa hora lo que echan no es la teletienda? -comentó Brígida, totalmente desconcertada.
-Esto es lo que nos faltaba. ¿Cuánto te paga Iker Jiménez? Confiesa -le echó en cara Carmela.
-Ese tipo de juegos del más allá son bastante peligrosos -advirtió María Victoria-. Conozco a una señora que hacía ocultismo hasta que su marido la descubrió.
-¿Con otro? -se interesó Carmela.
-No. En el armario.
-Tú eres boba, ¿verdad?
-Señoras, por favor. Templen nervios. Lo importante es que la Padilla ha podido contactar con doña Monsi, a la que dábamos por perdida -recordó Úrsula-. Venga, cuéntanos ¿qué te dijo? ¿Está bien?
-Está guapísima.
-Eso ya lo dijiste. Ahora, dinos la verdad.
-Me ha dicho que no va a volver hasta que se arregle la situación política de Barcelona.
-¡Bingo! -gritó Carmela que para disimular su alegría le dio un golpe a dos pelusas que pasaban por allí.
En su conversación telepática, la Padilla terminó confesándole a la presidenta que, ante su ausencia y aconsejada por un abogado, ella había asumido su cargo. Ese detalle no le había gustado nada.
-¿Se enfadó la vieja? -preguntó Carmela que, esta vez, ardía en deseos de escuchar un sí.
-No lo sé porque empezaron unas interferencias y perdí la conexión telepática.
-Eso también suele pasar con la teletienda. Cuando están explicando las propiedades de la súper mega faja que acaba por asfixia con los michelines, cortan y te ponen un capítulo repetido de MacGyver -se quejó Brígida.
Como no quería causarle más tensión a doña Monsi, que bastante tiene en Barcelona, la Padilla dijo que esa noche se acostaría un poco antes para intentar contactar con ella y tranquilizarla, comprometiéndose a devolverle su cargo de presidenta tan pronto como regrese. Pero, justo en ese momento, empezó a sentir algo extraño en su cabeza.
-Ay, mi madre -temió María Victoria-, esa es la vieja que te está llamando.
-Pon el manos libres para que escuchemos todas -pidió Brígida y se llevó tal codazo de su hermana Úrsula que deseó haber comprado la faja anti michelines que, al menos, hubiera atenuado el golpe.
La Padilla estaba mareada y pidió una silla. Permaneció unos segundos con los ojos cerrados y los dedos en las sienes hasta que por fin conectó con la presidenta.
-Doña Monsi, no esperaba hablar con usted antes de la medianoche -dijo sin levantar los párpados.
-Dile que el ascensor sigue estropeado -le susurró Brígida y volvió a llevarse otro codazo.
-No interrumpas, imbécil -le gritó su hermana.
Durante varios minutos, la Padilla se quedó inmóvil.
-Igual es que no coge la wifi -comentó María Victoria.
De repente, abrió los ojos, se puso en pie de un brinco y gritó como poseída.
-¿Qué pelusas son esas? -le echó en cara a Carmela-. Ponte a sacarle brillo a las escaleras de una maldita vez.
No había duda. La que hablaba era doña Monsi que se había apoderado del cuerpo de nuestra vecina. Lo peor no es que empezara a dar órdenes y a quejarse de todo sino que al día siguiente volvió a subirnos la cuota de la comunidad.
En el edificio, hemos apagado la wifi a ver si se corta la conexión telepática pero ni con esas.

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