Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 5 de febrero de 2018

DE AQUÍ NO SE PASA

Con la llegada de los nuevos vecinos, la situación en el edificio ha dado un giro de 360 grados. O, lo que es lo mismo, todo sigue igual. Esta semana el lío se ha montado por culpa de la borrasca, que nos dejó totalmente incomunicados.

-¿Qué es esa cosa amarilla? -preguntó doña Monsi señalando hacia las escaleras.

-Una valla -respondió Yeison.

-¡Vaya! -exclamó ella.

-Sí, eso he dicho.

-¿Y qué hace ahí?

-La he puesto para que nadie suba.

-¿Y eso?

-Se lo acabo de decir: una valla.

-Me refiero a por qué no podemos subir.

-Es que hay placas de hielo en las escaleras y he cortado el acceso.



La presidenta le miró como si le estuviera preguntando ¿Y-quién-eres-tú-para-tomar-una-decisión-así? pero no le dijo nada y se giró hacia el cuartito de la limpieza.

-¡Carmela! -gritó con su voz de ultratumba y la mujer llegó más rápido que un murguero a la taquilla cuando se entera de que van a poner a la venta las entradas de la final.

-¿Qué pelusa le molesta ahora?

-Déjate de impertinencias. ¿Por qué hay hielo en las escaleras?

-Pues será que alguien hizo botellón anoche -dedujo Carmela, pero enseguida Yeison la interrumpió.

-No, no, no. Mira, bonita, la culpa es tuya que dejaste la puerta de la azotea abierta y, con el biruje de anoche, todo está frousen. Con-ge-la-do. No se puede pasar. Es peligroso.

-Entonces subiremos por el ascensor -propuso la presidenta.

-No, no, no. Está clausurado -y se atravesó entre ellas y la puerta-. Peligro de cortocircuito.

A doña Monsi se le atragantó la rabia en el esófago. Menos mal que, en ese momento, entraron al edificio las hermanísimas, María Victoria y la Padilla, que habían ido juntas a ver la gala de la Reina de los mayores. Yeison les alertó del corte y les prohibió pasar. En medio de aquella escandalera, también llegó Eisi, enfundando en un chándal verde aceituna.

-¡Chos! ¿Qué pasa aquí?

-Que el niñato este ha cerrado las escaleras y no podemos subir -se quejó la Padilla.

-Señora, vuelvo a repetirle: es muy peligroso y, a su edad, romperse una cadera puede ser mortal -explicó Yeison.

-Además de tonto eres un faltón -se enfadó ella.

-¡Eh! Un respetito a mi hijo -intervino Rita, que con la lluvia llevaba una semana sin clientela en la peluquería-. El niño se preocupa por nosotros.

-Mami, por favor, que tengo 35 -le recordó él.

-Vaya, así que tampoco eres ya un pipiolo -comentó la Padilla, todavía dolida por el comentario anterior.

-A ver, señoras -interrumpió Yeison-. No se puede pasar y punto. Como recepcionista, soy responsable del edificio, tal y como la presidenta me encomendó.

-Pues mira por donde, ya no lo eres. Quedas relevado del cargo. Desde ahora, lo asume Eisi -anunció doña Monsi.

Eisi hinchó el pecho y se subió la cremallera de la chaqueta del chándal.

-Menos mal -suspiró María Victoria, que temía no llegar a tiempo de ver el resumen diario de Operación Triunfo-. Quita ya esa valla.

-Calma, pueblo. Antes de tomar una decisión, tengo que inspeccionar -dijo Eisi, mientras se colocaba el cubo de Carmela a modo de casco.

-¿Inspeccionar qué? -se quejó la Padilla.

-El estado de las placas de hielo que dice el niño que hay.

-Y dale? Que tengo 35 -insistió Yeison.

Con aquel chándal verde y el cubo de Carmela en la cabeza, no parecía serio confiar en Eisi pero por algún extraño motivo lo hicimos. En tres minutos, regresó.

-No se puede subir.

-¿Quéé? -gritó María Victoria.

-Hay hielo en las escaleras -confirmó.

-¡Ya está bien de tanta tontería! ¡Tiremos esa valla! -animó María Victoria a sus vecinas pero Eisi se interpuso y le hizo un gesto a Yeison.

-Eh, pibe ¿Quieres trabajo?

-¿Yo? Claro

-Ponte ahí -le ordenó al tiempo que le acercaba la fregona de Carmela para que la usara a modo de defensa-. Y no las dejes pasar.

-Esto es el colmo. Tú también quedas relegado del cargo -le gritó doña Monsi.

Pero no hubo forma. Eisi y Yeison mantuvieron el corte hasta la mañana siguiente. Esa noche tuvimos que dormir en el portal, abrazados unos a otros para no pasar frío. Ya de madrugada logramos entrar en calor, cuando Rita abrió la peluquería y encendió los secadores.

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